Buda decía “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”. Muchos hemos escuchado esta frase antes, y describe la naturaleza de la vida. Las experiencias de dolor y malestar son parte de la vida, pero la forma en la que respondemos al dolor y al malestar puede hacer una gran diferencia.
Es como si existieran dos tipos de dolor, uno limpio y uno sucio. El dolor limpio es el que viene como parte de vivir: las emociones displacenteras, los pensamientos difíciles, las sensaciones dolorosas, los impulsos desagradables, las pérdidas, los cambios, crecer y madurar, etc.
Pero cuando a ese dolor le agregamos terquedad, nos peleamos con su existencia, renegamos de él o nos empeñamos en hacer que no sea o sea diferente, entonces ensuciamos ese dolor, es ahí cuando surge el sufrimiento.
Buda decía que es opcional porque hay dos maneras de afrontar el dolor limpio, con terquedad (lo que lo ensucia) o con aceptación. La aceptación implica una apertura a los hechos de la realidad, dejar que las cosa sean como son sin luchar contra eso, a pesar de que duela, no me guste o yo quiera otra cosa.
Esto por muy contraintuitivo que parezca, tiene el potencial de reducir el sufrimiento y aumentar tu sentido de libertad.
Para entender cómo tiene ese poder, primero aclaremos qué si es aceptar y que no. La aceptación no es aprobar o estar de acuerdo. No es sentir compasión o amor. Tampoco es ser pasivo ante las dificultades o tolerar a la fuerza. La aceptación no es resignación ni está en contra del cambio. La aceptación es reconocer lo que es, tal y cual es.
Se aceptan los hechos reales sobre el presente y el pasado, y probabilidades razonables o muy altas sobre el futuro. No se aceptan las distorsiones del pasado, extremos (todo-nada, nunca-siempre), catástrofes o juicios/interpretaciones sobre la realidad.
Se aceptan las reglas del universo, básicamente que hay causas y hay efectos. Todo lo que pasa es causado por algo, aunque no podamos identificarlo. Cuando decimos que las cosas no deberían ser como son, estamos diciendo que las reglas del universo deberían ser diferentes o que yo debería poder determinarlas, cuando eso en realidad no funciona así.
Ahora sí, cómo es que aceptar la realidad reduce el sufrimiento y aumenta mi sentido de libertad.
Rechazar la realidad no cambia la realidad. Puede ser que a corto plazo eso te haga sentir mejor o te dé la sensación de que estas luchando para cambiar las cosas; sin embargo, a largo plazo, cuando las cosas no pueden ser cambiadas, esa lucha te desgastará porque será una lucha eterna en la que irremediablemente perderás. Eso es el sufrimiento.
Rechazar la realidad hace que no veas claramente lo que pasa y eso en realidad dificulta que puedas cambiar lo que sí puedes cambiar. Para cambiar la realidad primero debes aceptarla. Los problemas que son difíciles de ver, son difíciles de resolver, y los problemas no resueltos solo trae sufrimiento.
La aceptación de la realidad transforma un sufrimiento insoportable en un dolor soportable, con lo que nos liberamos de la amargura y otras emociones dolorosas. El impulso a detener el dolor, sin importar el costo, es lo opuesto a la libertad porque nos volvemos esclavos de ese dolor y eso no nos deja construir una vida que valga la pena ser vivida (recordando que el dolor limpio es parte de vivir).
Muchas veces la aceptación conlleva experimentar ese dolor, pero pronto a eso le sigue una sensación de liberación, como de haberse quitado un peso de encima; y eso eventualmente nos deja en calma.
Aceptar no es un camino fácil, pero se puede comenzar por los siguientes pasos:
Paso 1: Notar que te estas peleando con la realidad. Identifica de manera especifica y detallada el hecho del presente, pasado o probabilidad muy alta en el futuro que necesitas aceptar y con la que has estado luchando o cuestionando el “por qué”.
Paso 2: Recordar que la realidad es tal cual es. En ocasiones puede ayudar mucho una declaración consciente de aceptación como “Las cosas son como son” o “Todo es como debería ser”, pensar en esto puede ayudarte a retomar el enfoque.
Paso 3: Considerar las causas de la realidad que necesitas aceptar. La aceptación puede ser más sencilla cuando comprender las causas de la situación que estas tratando de aceptar. Conocer las causas no es justificar ni dejar pasar las cosas como si no importaran. Conocer las causas ayuda a entender que factores llevaron a la situación que necesitas aceptar y ese suele ser el primer paso para hacer algo al respecto. Recuerda que para cambiar algo primero debes aceptarlo.
Paso 4: Acepta con todo tu ser. Esto quiere decir que el “dejar ir” debe venir de todo tu cuerpo, relájalo y deja ir la tensión. Cuando oponemos resistencia (no aceptamos) nuestro cuerpo también se resiste y se tensa. Si te notas tenso cuando estas intentando aceptar algo, tomate un momento para relajarte haciendo ejercicios de respiración o de atención plena.
Paso 5: Actúa la aceptación. Lo siguiente a aceptar con el cuerpo es aceptar con las acciones. Actúa como si ya hubieras aceptado la situación y con el tiempo descubrirás que lo has aceptado. Es como si entraras con “buena actitud” a la situación y te dejaras hacer lo que se tiene que hacer en ese momento, lo más efectivo, lo que realmente se puede hacer.
Usualmente este puede se run buen camino hacia la aceptación, pero la aceptación no es un proceso lineal que se alcanza y se mantiene por siempre. En un siguiente artículo te contaré de qué hacer cuando la aceptaciones difícil o no logras aceptar.