Es frecuente preguntarnos ¿porqué sentimos o tenemos emociones? principalmente cuando tenemos una emoción intensa y que está generando un dolor o malestar emocional. Pocas veces planteamos ¿cuál es la función que tienen las emociones en nuestra vida cotidiana? Actualmente sabemos que ellas forman parte de nuestro código genético, incluso tenemos áreas y estructuras cerebrales encargadas de su procesamiento, manifestación y regulación. Aún con todo esto, es poco lo que en la educación formal o informal nos enseñan para poder identificarlas y convivir con ellas, entendiendo que son eventos privados/mentales que nos acompañarán a lo largo de nuestra vida.
Nuestros entornos de aprendizaje, así como los convencionalismos sociales, nos enseñan a rechazar estados de aflicción o sufrimiento, percibiéndolos como si fueran algo indeseable o que no tendría que estar, con frases como “espero que estés bien” y cuando expresarnos sentirnos tristes o enojados, suele haber una respuesta de “no deberías enojarte o estar triste”, o respuestas como “pobre de ti que estás sufriendo”, ante esto vemos rechazo, invalidación y una posición de desventaja hacia quien sufre sin contemplar que además, la expresión emocional suele castigarse o reprimirse.
Por lo que se tiende a preferir emociones “positivas” (con cuyo término no concuerdo), placenteras o satisfactorias a ultranza, como si fueran un estado que se debe alcanzar y del cual no deberíamos salir jamás. Se suele idealizar un estado de paz y tranquilidad infinita, aunque esto no encaje con la realidad e incluso con nuestra naturaleza. Es entendible que exista una incongruencia con esta idealización y la realidad, puesto que se tiene como punto de referencia este estado de felicidad sin fin.
Lo que quiero dejar en claro en este punto es que las emociones forman parte de nuestro comportamiento, y que preferir unas y rechazar otras, invariablemente nos llevará a un sufrimiento por anhelar aquellas que no se tienen y por rechazar las que están asociados a estados aversivos o al dolor, ya que el desear que no estén o evitarlas es negar parte de nosotros.
Nuestros valores y sentido de vida, así como las metas que nos planteamos serán un referente para la percepción de las situaciones y por ende influirán en la manera de cómo nos sentiremos ante ciertas situaciones., por lo que tener claro estas metas y valores, ayudará a entender por qué nos sentimos de cierta manera.
Lo siguiente será analizar lo que hacemos con nuestras emociones, ya que hasta ahora, sabemos que las emociones son eventos mentales, por lo que son transitorias, cambiantes y con un fin claro. Ante esto, lo que se recomienda es identificar la emoción, experimentarla, sin un juicio de bueno o malo, y posteriormente actuar ante la situación que vivimos sin engancharnos a la emoción, para que de esta manera, aceptemos las emociones que experimentamos y también dejemos que tengan su flujo sin generar sufrimiento por el hecho de sentirlas. Con lo anterior, podremos decidir entonces responder o no a estas emociones y estaremos conviviendo de manera diferente con algo tan humano.
La identificación, el reconocimiento, la aceptación y regulación emocional, son habilidades que se pueden aprender y modificar, por lo que les hago una cordial invitación a visitarnos en Centro Psicológico Cognitivo conductual, donde podrán iniciar un proceso encaminado al desarrollo de éstas y otras habilidades que les permitirán desarrollar estrategias sobre regulación emocional.